Consideremos que es mucho más seguro conducir suavemente y sin prisas. Adelantar no significa correr mucho. Sólo actuar con rapidez. Tomar decisiones en instantes requiere serenidad. No ponerse nervioso.
Si un adelantamiento genera tensión, mejor olvidarlo. Se trata de adelantar para llegar antes, no para tener que parar cada media hora por agotamiento. El conductor que adelanta domina la situación y nada le perturba. Es la calma absoluta.
• Para tomar la decisión adecuada en sólo un instante, debe tenerse controlado todo el panorama. Los retrovisores son tan importantes para el conductor como mirar a través del parabrisas. Cuando se inicia el adelantamiento ya se debe saber si viene alguien por detrás con más prisa que nosotros. No hay que esperar a que el vehículo que viene de frente se haya cruzado con nosotros para empezar a mirar si viene alguien adelantando por detrás y si el camino por delante está despejado. En el instante que nos cruzamos con el último rodado que viene en sentido contrario, ya tenemos que estar acelerando tranquilamente para abordar al vehículo que nos preceda. Sin sobresaltos, armónicamente. Si hubo que reducir la velocidad, adelantar en otra ocasión.
• En caso de duda no adelantar. Salir del carril propio y volver a entrar en él sin adelantar, en ocasiones obligando a frenar ligeramente al coche que viene detrás, es perfectamente lícito y no crea peligro, salvo que el que nos sigue se obstine en lo contrario. Si se molesta, mejor pedirle disculpas con educación. De nada sirve irritarse. Lo que sí debemos tener claro es que los adelantamientos se pueden interrumpir y no debemos asustarnos porque otro lo haga. La visibilidad muchas veces no es completa hasta que no se ha invadido el carril contrario. Las decisiones se toman en un instante y en el instante posterior se pueden modificar.
• Mirar bien si hay lugar más adelante para regresar a nuestro carril. Si nos han adelantado, dejar espacio, incluso frenando un poco si es necesario. Es señal de consideración. La responsabilidad de que no haya espacio para volver se divide en partes iguales entre el que ha salido sin lugar para regresar y el que no deja ese espacio. En la ruta no queda más remedio que entenderse. Siempre mejor que sea por las buenas.
• Como en cualquier momento de la conducción, actuar con antelación. Salir a adelantar, pegado desde detrás del vehículo que nos precede, no aporta ninguna ventaja. Es mucho más rápido y seguro el adelantamiento si se deja un buen margen de metros entre ambos vehículos, para moverse con suavidad y antelación. De esta forma, antes de que el vehículo que viene en sentido contrario se cruce con el nuestro, ya podemos empezar a acelerar en la marcha correcta, sin brusquedades y sin reducciones salvajes. Así, en el instante en que salgamos al carril contrario, iremos ya a mayor velocidad que la del coche que queremos rebasar y antes regresaremos a nuestro carril. Es decir, ganar velocidad en nuestro carril, antes de invadir el carril contrario, en lugar de alcanzar la velocidad en el carril izquierdo. Esta forma de proceder requiere entrenamiento, por lo que conviene practicar en circunstancias de excelente visibilidad. Su aplicación resulta especialmente segura para vehículos poco potentes, que necesitan mucho tiempo para incrementar su velocidad. Si aceleran en su propio carril antes de iniciar el adelantamiento, tardarán lo mismo en adelantar que un vehículo más potente.
• Dar facilidades. Si vemos que alguien viene adelantando en sentido contrario, conviene que note que hemos advertido la maniobra, que se quede tranquilo, que sepa que lo hemos visto y que le vamos a ayudar. Del mismo modo, si nos hemos equivocado, puede convenir dar algunos destellos de luces para que el que viene confiado “por su carril” aperciba nuestra presencia. Hay unas normas que cumplir, para no generar un impacto frontal. Pero si alguien se equivoca y no las cumple, es poco sensato perder el tiempo en dar bocinazos y luces. Mejor será no distraerse, dominar el vehículo y contribuir a reducir los riesgos.
• Colaborar con quien quiere adelantar y no fiarse nunca de las indicaciones del que pretende ayudarnos. La indicación siempre es buena y da pistas, pero mejor asegurarse por uno mismo.
• Cuando anochece, el adelantamiento resulta casi imposible y en muchas ocasiones nadie quiere pasar al primer lugar de la fila. Liderar una larga fila de coches, cuyos conductores se guían de nuestras luces posteriores, puede resultar agotador. No está de más dejar pasar a alguno de ellos para que abra camino durante un rato. Como en los relevos que se dan los ciclistas. Poner el intermitente y retirarse a la derecha, para que el que adelanta no deba invadir el carril opuesto, suele dar buen resultado. Y no hace falta que haya niebla para hacerlo.
• Si vemos que el que nos sigue quiere circular a más velocidad, vale la pena ceder el paso en cualquier situación. Nosotros no llegaremos antes porque otro llegue más tarde.
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