lunes, 25 de julio de 2011
Consejos para jóvenes al volante.
Los jóvenes integran el grupo que más muertos y lesionados graves tiene como consecuencia de los accidentes viales. La adolescencia se caracteriza por la inclinación natural hacia el atrevimiento, el desborde de energía, la necesidad o deseo de involucrarse en actividades peligrosas sin medir los riesgos, la responsabilidad en estado de desarrollo lo cual, sumado a la falta de experiencia y a un alto nivel de desconocimiento de la temática vial, convierte a los más jóvenes en un grupo muy vulnerable y de alto riesgo.
Qué hacer:
En primer lugar, son los propios jóvenes quienes deben tomar conciencia de su realidad y comprender que la vida humana es frágil y una vez que se trunca ya no tiene repuesto. A partir de allí, la cuestión es informarse, para entender el por qué suceden las situaciones de riesgo, y cómo se pueden evitar. Deben aprender cuidar la vida, propia y ajena.
Respetar los límites de velocidad permitidos
Respetar los límites de velocidad equivale a respetar los límites de nuestra seguridad. Los límites de velocidad se establecen en función de las características de la vía pública y de los vehículos. En zonas urbanas, por ejemplo, se dispone de pocos metros para frenar y el tránsito se cruza en las esquinas, lo cual debe ser tenido en cuenta para ir regulando la velocidad de circulación.
En las rutas el panorama cambia ya que las mismas, fueron proyectadas para ser usadas a una determinada velocidad límite pero aún así, si superamos la misma, estaremos traspasando el límite de nuestra propia seguridad y arriesgando nuestra propia vida.
Los límites fijados siempre contemplan una situación de tránsito ideal, sin lluvia, sin viento, sin niebla; al cambiar las condiciones climáticas también se modifican las condiciones de manejo. Asimismo, es necesario tener en cuenta que, no es lo mismo la velocidad para un usuario experimentado que para quien recién está adquiriendo experiencia. El dominio del vehículo en la conducción exige entrenamiento, al igual que en un deporte, el conocimiento es el principio pero luego, la práctica es esencial porque se va ejercitando la concentración, la rapidez de los reflejos, la coordinación de los movimientos, etc.
El estado del vehículo también es muy importante porque influye en la elección de una velocidad capaz de brindarnos un amplio margen de seguridad. La mejor velocidad es la adecuada según la carretera y sus normas, pero nunca debe sobrepasar tus propios límites, para así poder controlar el vehículo ante cualquier imprevisto.
Usar el cinturón de seguridad
Si bien el cinturón de seguridad no evita el accidente, es el elemento que nos puede salvar la vida porque minimiza los daños a las personas en caso de accidente y la importancia de usarlo, más allá de que también está reglamentado como obligatorio por el Código de Tránsito, radica en que nos mantiene dentro del habitáculo del vehículo, que es la parte que ha sido diseñada para sufrir la menor deformación en caso de impacto, también llamada célula de sobrevivencia.
Además permite que el conductor no se desestabilice ante una embestida lateral, pueda retomar el control del vehículo y evitar así mayores perjuicios. Al igual que con el casco, muchos se dieron cuenta de la necesidad de su utilización, luego de haber quedado con graves lesiones por un accidente. Otros ni siquiera tuvieron esa posibilidad.
No beber alcohol cuando se va a conducir
El alcohol afecta temporalmente la actividad cerebral, y por ende la motricidad del individuo. Conducir implica cálculo de distancias, rapidez de reflejos, reacción coordinada, concentración, decisión oportuna. Conducir requiere de actividad mental porque conducir, se conduce con la cabeza. Quizás lo más peligroso sea considerar que bebimos poco, por la sencilla razón de que uno se siente bien y no percibe los efectos del alcohol sin embargo, aún en baja dosis, el alcohol crea una falsa percepción de distancia y de tiempos, disminuye el ángulo de visión y debilita nuestra concentración distorsionando nuestra capacidad de conducción.
Usar casco cuando se conduce una motocicleta, ciclomotor o bicicleta
El casco protege la cabeza, que es el único órgano en el que un simple golpe puede resultar fatal. La conformación física que el hombre tiene por naturaleza, influye para que, en toda caída que los motociclistas tengan a menos de 65 km/h., sea la cabeza la receptora de las contusiones. No así a mayor velocidad, donde además de dicha posibilidad, son comunes las heridas graves en otras partes del cuerpo.
Habitualmente la carrocería de la moto es el propio cuerpo del motociclista. Cuando los peritos deben evaluar formas y causas de un accidente en que esté implicado un motociclista, lo hacen, analizando los traumas externos e internos de las víctimas.
Para amortiguar los efectos negativos de los accidentes, surgieron el casco, los anteojos, los guantes, etc. En el caso del casco, su empleo resulta esencial, a la hora de prevenir lesiones en la cabeza que de otra manera pueden ser terminales, o bien dejar serias consecuencias estéticas y/ o funcionales. Por lo tanto, si bien el uso del casco es un deber legal , es antes que nada, un deber racional de todo aquel que mínimamente, ame y pretenda gozar de la vida.
El casco reglamentario correctamente usado, protege de la siguiente forma:
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Disipa (distribuye) la energía del golpe en una superficie mayor, evitando que llegue concentrada al cráneo.
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Absorbe parte de la energía del impacto, produciendo menor efecto en el organismo.
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Disminuye la velocidad del golpe.
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Resiste y evita mediante las gafas, la penetración de elementos agudos o cortantes. Incluso, cuando se conduce en zonas rurales, nos protege de uno de los problemas más comunes en el caso de los motociclistas, como es el que un insecto, piedra u otro elemento que pueda pegar en el rostro, lesione o deje sin visión al conductor o acompañante.
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Protege contra la abrasión (raspaduras). Es triste para aquellos que intervienen en operaciones de rescate, observar cuántas vidas podrían haberse salvado, simplemente por haber llevado bien puesto el casco y no en el manubrio, en el portaequipajes, o en el brazo.
Para tener una idea, estudios referidos al comportamiento del cuerpo humano ante un accidente de tránsito, expresan que los efectos ante una embestida, son similares a la siguiente relación: Una colisión a 30 km./h. es como tirarse de un tercer piso, a 70 km./h. de un sexto piso y a 90 km./h. de un décimo piso.
Conclusión:
Asumir nuestra responsabilidad personal para evitar accidentes propios y ajenos respetando las normas y disposiciones reglamentarias pero, a la vez, considerar la posibilidad de que, aún cumpliendo con todos los requisitos, algo puede pasar pero, como todo en la vida, la prevención es un buen método para minimizar los riesgos. No tenemos todas las soluciones en nuestras manos pero tenemos un cerebro para pensar y una conciencia para decidir en función de evitar poner nuestra vida en riesgo inútilmente.
Fuente: Mundo Docente
www.docente.mendoza.edu.ar
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