Voy camino ya de los diez meses de carnet de conducir y estoy dentro de la “zona novel”. Me pregunto cuándo se supera esa zona y casi me autorespondo diciendo que nunca sabes lo suficiente, pero lo que sí estoy seguro es que estoy en un momento que me parece que tiene cierto peligro. Es ese momento en el que, habiendo hecho bastantes viajes de cierta distancia (a partir de 250 kilómetros en cada sentido), he acumulado un buen número de kilómetros y me siento cómodo al volante.
Cómodo y confiado. Es una cosa buena, no me pongo nervioso ni voy “agarrotado”, pero el peligro es la confianza, y sobre todo llegar a ese momento en el que un novel puede pecar de exceso de confianza. Tranquilos, no me ha pasado nada, pero podría haberme pasado. ¿Por qué ese exceso de confianza? Y ¿por qué me ha podido pasar si además siempre escribo sobre la prudencia y el sentido común?
Todos somos humanos. Repito que no me ha pasado nada grave, ni he tenido un accidente, ni nada. Lo voy a contar para poner en contexto el tema. Iba yo de viaje, ya cerca del destino y sin tráfico apenas, era bastante temprano y no circulaba casi nadie. En un momento dado, no recuerdo por qué motivo pero seguro que no era importante, buscaba algo (que tampoco recuerdo qué era, fijaos si sería poco importante) en uno de los compartimentos del coche.
No iba especialmente rápido, probablemente a 110 km/h, iba en recta… el caso es que buscando, como no podía mirar me fijaba en qué palpaba. Bastaron 2 segundos. Me di cuenta de repente que me había cambiado al carril izquierdo (no venía nadie detrás, tranquilos), pero lo sorprendente es que no lo vi. Fue todo muy leve, pero me sirvió de toque de atención. La concentración de conducir la había transferido a manipular lo que no veía para reconocerlo.
Es curioso especialmente por ese motivo, la transferencia de la concentración. De estar concentrado en la carretera, los espejos, todo… pasé por un momento a la manipulación de objetos. Sin perder de vista la carretera, si, pero mi “vista” era ahora mi mano derecha y os prometo que se “anuló” la vista de mis ojos. Da que pensar, ¿verdad?
Me cambié de carril sin saberlo, no pasó nada, todo era la mar de seguro, pero ¿qué pasaría si no fuese todo tan ideal? ¿Habría pecado de exceso de confianza buscando algo en medio de tráfico? Quiero pensar que no, pero lo que saco en claro de esa experiencia es que nunca se puede bajar la guardia. Ni cuando parece que todo está controlado. Repito que no creo que me permitiese la desconcentración en medio del tráfico, pero ¿y si algún día me pasa?
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