martes, 16 de agosto de 2011
La seguridad en la conducción como opción personal.
El diseño de los vehículos se basa en tres ejes:
Seguridad primaria:
Su objetivo principal es evitar el accidente y designa cualquier acción tendiente a prevenirlo antes de que éste se produzca.
El trabajo del constructor automotor en este sector se refiere principalmente a la tenida en la ruta, el frenado, la visibilidad, la percepción del entorno exterior, el confort, etc.
Seguridad secundaria:
Tiene por fin proteger a los ocupantes y demás usuarios de la ruta en caso de accidente.
Se refiere a la definición y la puesta a punto de los dispositivos de protección de las personas involucradas durante un accidente.
Incluye a la vez la estructura del vehículo y los sistemas de sujeción como los cinturones, los asientos, los airbags, etc.
Seguridad terciaria:
Apunta a alertar, proteger y socorrer después de producido un accidente.
Incluye el auxilio brindado a los accidentados y la intervención de los bomberos y de los servicios médicos para socorrerlos.
Fuente: PSA Peugeot Citroën
Nota editorial:
Resulta una paradoja comprobar el empeño que ponen las automotrices en alcanzar niveles de prevención óptimos, cuando el resultado demuestra a diario que algo está fallando.
Si por un lado los dispositivos externos para evitar los accidentes y con ellos la incapacidad y la muerte de miles de personas son cada vez más sofisticados y prácticamente requieren de poca atención humana para evitar el accidente, lo que debe estar fallando es, precisamente, la parte humana.
¿Qué hace que un ser humano al volante de un vehículo sea un suicida o un asesino en potencia?, ¿qué resortes internos lo llevan a circular por rutas y calles a velocidades que superan lo permitido?; ¿qué hace que los conductores manejen en estado de ebriedad o al límite de sus condiciones físicas y psíquicas?.
Evidentemente, si el sentido común nos acompaña en la reflexión tal vez podríamos deducir que hay un aspecto de la estructura del pensamiento de algunas personas que no están claramente definidas.
Para ejecutar o no cualquier acto humano se requiere de la voluntad. Y ésta es la capacidad para llevar a cabo acciones contrarias a nuestras tendencias inmediatas en un momento dado. Es fundamental para el ser humano; sin ella no somos capaces de hacer lo que realmente deseamos, y tampoco podemos conseguir los objetivos que nos proponemos. Es uno de los conceptos más difíciles y debatidos de la filosofía, especialmente cuando los filósofos investigan cuestiones sobre el libre albedrío. (Cfr. Wikipedia).
Si esto es así, cabe pensar en los condicionamientos que nos llevan a realizar actos contrarios a nuestra voluntad. En el caso de los conductores, y a la hora de elegir si es preferible no conducir por alguna causa fortuita que puede llevarnos a un accidente (haber bebido alcohol, estar muy cansados, nerviosos o alterados, etc.), no faltará quien nos diga que no es tanto lo que bebimos; que podemos calmarnos conduciendo, en fin, que los "consejos" de los "amigos" pueden también ser un factor de riesgo si nosotros, quienes deberíamos saber muy bien si nos encontramos o no en condiciones de conducir, no tenemos la suficiente fuerza de voluntad y decisión para expresar que no estamos en condiciones óptimas, y por lo tanto preferimos no conducir.
Es el ser humano el que domina las máquinas y no al revés, pero un ser humano que ignora o desoye las recomendaciones de los expertos o las advertencias de su conciencia puede provocar muchos males evitables. En ocasiones y ante la duda, un no es la mejor opción como seguridad primaria.
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