Circular con un vehículo es, desde un punto de vista psicológico, una actividad compleja en la que el conductor va observando, analizando la información que recibe, comparándola con sus conocimientos, tomando una decisión y ejecutándola de forma segura en un tiempo mínimo. Y eso es así de forma reiterada durante toda la actividad, desde que iniciamos la marcha hasta que detenemos el vehículo. Por eso una distracción puede hacernos perder la concentración necesaria para realizar todo este proceso.
Ahora se está intentando hilar más fino en la investigación de todo este proceso, por lo que dos grupos de trabajo de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada están determinando qué factores emocionales intervienen en la toma de decisiones del conductor ante una situación de riesgo, y lo están estudiando con unos simuladores de motos con los que se han recreado situaciones críticas de tráfico para evaluar las respuestas de los participantes.
Las primeras deducciones apuntan a que el conductor puede evaluar una situación de riesgo sin que le influyan mucho la emociones, pero a la hora de tomar la decisión de acelerar o frenar sí que existe influencia de factores internos y externos.
De un lado, los estudios que se vienen realizando corroboran que cuando conducimos nos vemos sometidos a una gran demanda de atención, y si introducimos una nueva actividad como puede ser hablar por teléfono, entonces disminuyen los recursos que tenemos destinados a la gestión del entorno.
Por otra parte, se está analizando la perspectiva emocional. Siguiendo con el ejemplo del teléfono, podría ser que la conversación fuera intrascendente desde un punto de vista emocional, o bien una discusión acalorada, lo que predispondría al conductor e influiría necesariamente en su toma de decisiones.
En este sentido, se ha podido determinar que escuchar un sonido neutro, como un bip electrónico, no distrae tanto como un sonido con carga emocional como la risa de un niño o un grito. Ante el bip, el conductor no aparta la mirada de la carretera. Un sonido emocional, tanto positivo como negativo, conllevan una peor respuesta a la hora de actuar en una situación crítica.
Tendencia al riesgo y falta de práctica
Tras analizar el movimiento ocular de los participantes en el estudio, se ha podido comprobar que los conductores con mayor tendencia al riesgo sienten también más estrés derivado del esfuerzo que ponen al conducir. Y como consecuencia de este estrés, este tipo de conductores no se fijan en los puntos claves de la circulación, lo que los sitúa en un nivel de riesgo mayor.
De aquí los investigadores han extraido una conclusión interesante, y es que piensan que el factor determinante de las conductas de riesgo es, por un lado, la atención que se presta a la conducción y los distractores y, por otro, la falta de entrenamiento y la falta de experiencia en situaciones peligrosas.
Este punto se ha podido comprobar por la vía de la práctica, nunca mejor dicho, ya que los conductores que recibieron un entrenamiento relativamente corto en conducción simulada redujeron su nivel de riesgo, modificando la exploración visual, el manejo del vehículo y la adaptación de la velocidad a las circunstancias. La formación parece ser, una vez más, la clave.
El estudio estará terminado y se publicarán las conclusiones finales, con unas indicaciones sobre cómo modificar las conductas de riesgo, hacia el año 2013.
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