El otro día Jaume nos comentaba el problema de los convoyes de coches que en ocasiones se organizan (o eso dicen sus conductores) para llegar hasta un punto, por el clásico sistema del “tú sígueme, que yo sé adónde vamos”. Si entonces vimos que el problema de seguir a otro es que el conductor queda literalmente anulado por lo que haga el conductor guía, hoy vamos a destacar algunos consejos para quienes tengan que ponerse en caravana porque no les quede otro remedio.
Y es que en ocasiones se nos presenta un imprevisto que hace que tengamos que seguir o ser seguidos, no llevamos GPS ni mapas ni nada que se le parezca y no conocemos la zona adonde vamos, o simplemente esa zona es una especie de desierto para las bases de datos de Tele Atlas y Navteq. Veamos por lo tanto cómo organizar una circulación en grupo.
Organización previa de la circulación en grupo
Normalmente en estos acontecimientos la cosa se decide por el método conocido como: “pues así mismo”. Bien, pues no. En un recorrido de grupo conviene que haya un mínimo de organización previa para que la ruta se desarrolle sin mayores sobresaltos y en un tiempo inferior al que acabaremos dedicando si improvisamos la jugada.
Es importante que todos y cada uno de los conductores tengan por escrito la dirección exacta del lugar al que nos dirigimos, y con mayor razón si el recorrido se desarrolla en otro país y no todos los conductores dominan el idioma. Esto sucede, por ejemplo, en acontecimientos familiares cuando un pariente o amigo vive en el extranjero. Si alguien se pierde por el camino, conviene que tenga las cosas fáciles para superar el trance sin demasiado estrés.
Si el trayecto que vamos a recorrer es largo (visto con los ojos del que no conoce la zona, claro), conviene establecer puntos intermedios para, de un lado, evitar problemas debidos a la pérdida de algún compañero de ruta y, por otra parte, para que el tramo de recorrido que hay que seguir en cada momento sea más fácil de digerir por parte de quienes no conocen la zona. Pongámoslo fácil siempre.
Y hablando de poner las cosas fáciles, ahí va algo que quizá es obvio, pero no está de más remarcarlo un poco: si hay dos caminos posibles, escojamos la ruta más sencilla, la que nos permita conducir con mayor tranquilidad, la que se realice por carreteras de mayor velocidad y visibilidad, la que menos acciones exija, es decir, la que evite miles de desvíos, cambios de carril o incorporaciones. Y si el tráfico es menor, tanto mejor, claro.
El orden de los factores en este caso sí que altera el producto. Tras el vehículo guía, conviene que se sitúe el o los conductores menos experimentados para evitar que se pierdan por el camino. Aquellos que puedan ser más remolones o, sencillamente, que tengan menos experiencia al volante o en conducción en grupo, deben ir en cabeza siguiendo al líder. Por contraposición, si hay otro conductor que conozca la ruta, debe ir en última posición cerrando el grupo.
Conviene también que cada conductor sepa no sólo a quién debe seguir sino quién le va a seguir, y es necesario establecer también algunos códigos de grupo, como por ejemplo que si perdemos de vista a uno de los dos compañeros de ruta porque un semáforo o una rotonda se ha… interpuesto en nuestro camino, nos detendremos en el siguiente punto que sea posible para volver a unir el grupo. Eso es fundamental dejarlo claro antes de salir.
Finalmente, el tema del teléfono móvil. Si bien es cierto que hoy en día todos vamos hiperconectados, conviene que quien maneje el móvil no sea el conductor ni siquiera a través del manos libres, ya que si va a hablar sobre indicaciones, direcciones y demás, la conversación será lo suficientemente compleja como para distraerlo de la conducción. Y no es recomendable confiar excesivamente en el teléfono como recurso, ya que en algunas vías la cobertura se pierde.
Si eres el conductor guía…
El conductor guía debe comprender su responsabilidad, que consiste en que los conductores que le siguen van a hacer lo que él les marque. Por lo tanto, debe ir más concentrado que nunca en la conducción, seguir escrupulosamente las normas y, sobre todo, calcular los tiempos y las distancias no sólo por él sino por el vehículo que le sigue de forma inmediata, evitar maniobras complejas o florituras prescindibles… en definitiva, pensar que lleva un tráiler y no un superdeportivo.
También debe ir al tanto del vehículo que le sigue, señalizar las maniobras con mucha más antelación de lo normal, verificar que el conductor que le sigue ha comprendido lo que le quiere marcar y comprobar también que cada maniobra la materializa el conductor que le sigue como la ha hecho realidad el conductor guía.
Esto nos plantea un problema adicional, y es el de la distracción e incluso la fatiga. Ser líder de la manada no es fácil, y serlo con seguridad aún lo es menos. Por eso, una buena ayuda consistirá en moderar la velocidad e incorporar a nuestro ritual de observación la atención dedicada al resto de los vehículos del convoy. A vistazos los controlaremos sin que nos distraigan.
Y si es necesario, como siempre: nos detenemos en un lugar seguro, bajamos del coche, hablamos cara a cara, replanteamos la situación y de paso nos aireamos un poco.
Si eres el conductor guiado…
El conductor guiado debe comprender que el conductor guía no lo tiene fácil, así que hay que ayudarle. ¿Cómo? Estando pendiente de lo que nos comunica con los intermitentes, las luces de freno y demás dispositivos, atendiendo a cómo realiza las maniobras y por qué, lo que nos devolverá al mundo de la circulación y nos rescatará del riesgo de convertirnos en autómatas.
Va un ejemplo para que esto se entienda mejor. Si nuestro guía circula por la derecha y de repente enciende el intermitente izquierdo para cambiarse de carril, ¿lo hace para adelantar o para prepararse ante una bifurcación en el camino? Aunque no lo parezca, plantearse estos detalles hacen que no perdamos de vista la circulación.
Por supuesto, no hay que delegar en el conductor que se presta a hacernos de guía la responsabilidad de nuestros propios actos. Si él ha realizado bien su parte, antes de llevar a cabo una maniobra habrá verificado que nos da tiempo a seguirle, pero nunca podemos olvidar que nuestra maniobra es nuestra y de nadie más, así que la observación reiterada del entorno tiene que seguir siendo nuestra norma de oro a la hora de cambiar de carril, girar, adelantar…
Mantener una distancia y una velocidad adecuada nos va a ayudar a ver mejor a nuestro coche guía sin perder detalle de lo que ocurre en la carretera, además no pondremos nervioso al conductor del vehículo que nos precede ni nos pondremos en una absurda situación de riesgo.
En el caso de grupos numerosos, conviene que un conductor que domine la ruta que pretendemos cubrir se sitúe en medio del convoy para asumir el papel de conductor guía si es necesario. Y sobre todo y en todo caso, prudencia y ninguna prisa por llegar, que nuestro punto de destino no se va a mover del sitio, dondequiera que esté.
Foto | Toyota, Liz West Robert Couse-Baker, MD111, Steven Damron
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